Un elenco mayormente español volvió, un año más, a representar otra ópera del compositor de Busseto a propuesta de los organizadores, y el resultado fue altamente satisfactorio. Así, la Sinfónica Vigo 430 mostró un sonido verdiano mucho más maduro que en ocasiones anteriores, solo echándose en falta un mayor contraste en las dinámicas y las rítmicas que impuso el director coruñés Diego García Rodríguez, quien primó un discurso predominantemente melódico. También repetían actuación con este autor los componentes del coro vigués Rías Baixas, muy reforzado con cantantes venidos de municipios de la comarca y de otras partes de Galicia; la eficacia sonora que les imprime su director, Bruno Díaz, fue evidente y, actoralmente, las féminas superaron con creces a los varones, un tanto cohibidos.
Como secundarios, de nuevo los mismos cantantes gallegos del año anterior: el tenor Pablo Carballido como Malcolm, la soprano Marina Penas en el rol de Dama y el barítono Pedro Martínez Tapia como Doctor. Todos ellos cumplieron con suficiencia sus cometidos. Tan solo los protagonistas y el director musical no eran gallegos. El barítono murciano José Antonio López fue quien cosechó mayores aplausos con su Macbeth, recreándolo con intensidad expresiva; en su emisión dominó, inteligentemente, el lirismo, compensando el no lograr alcanzar la fuerza vocal que requiere el personaje en el que debutaba, como demostró en su aria “Pietà, rispetto, amore”. La soprano jerezana Maribel Ortega volvió a la ciudad olívica tras su reciente éxito en El Holandés errante y, de nuevo cosechó un gran triunfo con su voz muy adecuada para Lady Macbeth, especialmente en el agudo, pues en las partes graves se echó en falta una mayor consistencia. Una vez más, el bajo madrileño nacido en São Paulo Felipe Bou ofreció todo su saber dotando a Banquo de gran nobleza y elegancia en el gesto y en el canto, pese a algunos momentos de dudosa afinación; muy aplaudida fue su aria “Come dal ciel precipita”. Otro murciano, el tenor Eduardo Sandoval, quien debuta este año el rol de Macduff, también estuvo muy convincente, aunque fue de más a menos, no pudiendo en gran medida con el aria del cuarto acto “Ah, la paterna mano”, con una emisión un tanto engolada.
El director de escena madrileño Ignacio García retornó a Vigo con un montaje eficaz y parco en medios, como ejemplifica el empleo de unas camas que, después, añadidas unas ramas, también sirvieron como aparentes árboles del bosque de Birnam; o un gran crucifijo en horizontal que subía o bajaba según las circunstancias, y poco más con una escenografía de Alejandro Contreras. Lleno a rebosar y un nuevo gran acierto de la Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo.